Poemas sobre los cuadros de Jose Ramón Urtasun


La República

Buscaba un rincón sin espantos,
un lugar aseado para colocar una cuna.

Ángela Figuera Aymerich

Se espera la llegada de la segunda criatura.
El paisaje, esclarecido. Jubilosos los corazones.
Nace sana, lozana, llena de sueños y promesas.

Apenas comienza a crecer es violada, maltratada.
Dan muerte a la criatura manos asesinas.
Los animales silvestres son testigos de la ignominia.

Otras criaturas que anhelan una vida más justa
mueren con ella en cárceles, cunetas y batallas.
Lloran cuerpos y almas. El paisaje se vuelve sombra.

                                           
   






Marina Aoiz


Franco, Mola y Conde Rodezno

Huesos y calaveras caídos,
caídos y monumento a los Caídos,
pero ahora una plaza sigue
sin una monstruosidad demoler.

Demoler la tradicional mentalidad
de un pueblo meapilas cerril
que defiende privilegios sagrados.

La poesía provoca y ofende
a los ofensores y provocadores
y golpea
a los golpistas.

                     






Mikel Iriguibel



Raimundo García, Garcilaso

“los viejos y resobados tópicos de la libertad, la democracia,
 los derechos del hombre y demás garambainas”

             Diario de Navarra (14 de marzo de 1924)

Lo que fuera necesario, violencia
hasta el asesinato, y el terror,
   y la palabra.

Desde la tribuna independiente de
tu diario independiente, 50 años
corrompiendo la palabra:      la explotación armonía social,
                                              la lucha obrera bolchevismo,
                                              autoridad natural el poder,
                                              paz la represión brutal;
                                              la libertad libertinaje,
                                              alzamiento el golpe de estado,
                                              Franco caudillo y tú,
                                              Raimundo García, tú Garcilaso.

Fascista voz de fascistas:
eliminar sin vacilación ni
escrúpulos a todo el que no piense
como nosotros.


Una guerra civil, un genocidio
y 40 años de dictadura en paz. Ejemplar
transición a democracia modélica
- rey incluido-. Impunidad absoluta.

80 años después hay que seguir
luchando para adelantar al tiempo:
reconstruir lo que aniquilásteis,
demoler, siquiera, lo que erigísteis.

Pero los disfrazados
de demócratas se alían ahora
con los herederos de la santa victoria
y tenemos que pelear incluso
para recuperar a nuestros muertos.

Aún
hay que seguir           
hay que seguir
           
todavía.

                       







Isabel Rivas Etxaniz




Fortunato (euskaraz)

Izan zena            gogoratu
iragana
        hitz artean
            oraina eginda

b e r r e s k u r a t u
izena
        pertsona
                ideiak
b e r r e s k u r a t u
        seme-alaben mina
        emaztearen beldurra

zergatik?        galdetu        zergatik?

eta ulertu
erantzukizunaren zama

       legaltasuna   //   leialtasuna

zure amodioa
Lizarra   eta   aberria

horregatik        ziega
horregatik        fusilhotsak
horregatik        zuloa

eta  Taxoareko   soroan              harriak
saiatu ziren
bai
                saiatu
                               gorrotoz
                           isilune eta ahaztura

baina beraiek ez zekiten
    pertsona     bakarra     izanik

bakarra   eta   g u z t i a k   zinela

                                     









Mikel Sanz Tirapu




Fortunato (gaztelainaz)

Recordar        el pasado
lo que fue
          volviéndose presente
                en las palabras

r e c u p e r a r
el nombre
        la persona
                las ideas

r e c u p e r a r
        el dolor de las hijas
        el miedo de la  esposa

por qué?         preguntamos        por qué?

y comprender
        el peso de las responsabilidades

la legalidad   //   la lealtad

tu amor
Estella   y   patria

por eso            la celda
por eso            los disparos
por eso            la fosa

y las piedras en el prado de         Tajonar

intentaron
si                 intentaron  

      con odio
el silencio y el olvido

pero no entendieron
         que siendo una única persona

eras    una    y    eras     t o d a s

                                        Mikel Sanz Tirapu


Cielos y versos
                     
Para Virgilio Leret, primer fusilado y Carlota O´Neill,
  primera mujer poeta encarcelada, de parte de sus hijas

Nuestro padre era piloto de avión.
Nuestro padre volaba feliz
por los cielos de la república
buscando la libertad amada
como el pájaro que toma distancia
y se pasea por las nubes.
Nuestro padre fue
el cruel destino de la primera bala
disparada para fusilar
a quien defendía la ley.
Nuestro padre amaba volar
y jugar con nosotras.

Nuestra madre era escritora y poeta.
Nuestra madre volaba feliz
por las páginas en blanco del futuro.
Sentada en los libros
soñaba con un mundo
pleno de igualdad y belleza.
Nuestra madre prisionera,
por mujer y poeta.

Nosotras somos vuestras hijas,
Mariela y Carlota Leret O´Neill,
niñas de orfanato y ausencia,
y os escribimos este poema
para que la memoria y la dignidad
regresen a los cielos y los versos.

                                   










Iñaki de Miguel




19 de julio en Pamplona
     
                          Pobre de mí, se acabaron las fiestas de San Fermín…

Fatídicas campanas despiertan al domingo, 
pregón de guerra. Ruge la tempestad
en las fauces de leones, retumban
las botas requetés  en la Plaza del Castillo,
y el comandante Rodríguez Medel cae
asesinado en Ansoleaga.  Aún continúa
vibrando el eco perenne de tu Viva la República.
Vitoreado, nunca olvidado.

Crecen las listas negras de quienes
cometen el delito de defender
sus ideales, de sentirse rotas
por dentro; crecen  anónimas fosas
en las cunetas porque son vencidas
en el intento de sofocar nuestra
rebeldía; violencia extrema sin escrúpulos
ni vacilación; sin resistencia armada
tres mil cincuenta y dos vidas son ejecutadas
hasta en el último pueblo;
sepultadas sin inscripción alguna
en un mapa de muerte y barbarie.

                                       










Silvia Marambio-Catán




Bendecidos para matar

Fusilamientos, masacre, orfandad de un pueblo.
Mujeres indefensas, señaladas por siempre.

Sin caras calaveras con sagrados corazones.
Abrigos negros como sus almas.

Carreteros que disparan su sinrazón en cunetas
al lado de los girasoles.

Peluqueros del odio.
Carroñeros de las buenas acciones.

No llueve cuando disparan, las nubes tienen
congoja.

Los pájaros hoy no salen a volar.
Los matarifes no quieren testigos.

Eran armas; solo eso. No podían ser solo uno.
Tenían que ser el canasto de fruta podrida

que puso
el hedor en el albero.

                         
 









Alfredo Domeño




Junta de guerra, Margaritas y Lirios

  Convocada la Junta para ordenar el caos: era preciso poner límites a intelectuales y rojos que eludían la ley del padre. ¿Dónde quedó el mandamiento -no matarás-? ¿A dónde fue a parar la belleza de los lirios?
  Os erigíais como salvadores de un pueblo que nunca deseó vuestra tutela. Colonizando con furor, jugasteis a los dados con las vidas de los obreros.
  Hermosos campos de margaritas preceden a la casa familiar, ponen huevos las gallinas y las vacas entregan recias leches. Todo estaba dispuesto. Margaritas presentes en hospitales y hogares; ellas las abnegadas en el fervor de la devota entrega cristiana.
  Todo estaba en orden: el estómago saciado, el vino servido en el momento del tratado. Vuestra guerra santa contra laicos liberales fue una vil cruzada.
  Sembrados vuestros corazones de esperanza en nombre de Dios, ese dios manchado de sangre en vano, ese Dios de los sacrificios de Pelayos y civiles, el que masacró a Hypatia y su Biblioteca de Alejandría, el mismo que quemó brujas en Zugarramurdi, el de la quema de libros y educadores en Allo, el que os convocaba para desvelar y perseguir masones, el mismo Dios que consintió el asesinato de 3.280 navarros.
  Esta historia se repite, mentirosa dos Españas. Vuestra Junta la cargó el diablo para sembrar el terror. Se me atraganta ese Dios vuestro: emito un aullido.  
  Señores de la guerra y fieles Margaritas, flores del amor Carlista, enfermeras del alma, sanadoras de llagas, ¿cómo acallásteis el hambre del pueblo? ¿Cómo le entregasteis los panes y los peces, cómo pudisteis limpiar con vuestros corazones las escopetas de vuestros hermanos e hijos? ¿Qué clase de Dios os da cobijo, en qué lugar quedó vuestra conciencia perfumada por las flores del mal?
                                                                                                                               










Teresa Ramos




Basilio Lacort

Conjuras judeo-masónicas
y anticlericales radicales
luchan en la Vieja Navarra
por un futuro distinto
mientras los tradicionalistas
profanan tumbas y cavan
fosas comunes en las cunetas.

Y no hay mayor deshonor
que tener el nombre de una calle
y que la sustituyan
por el mito legendario sanferminista.

Obispos excomulgan la libertad de expresión
¡¡¡¡ estos curillas, qué traviesos son !!!!
Perpetua analfabeta es esta Vieja Navarra.

                                             






 Mikel Iriguibel




Quema de libros


El fascista destruye libros.
El fascista destruye libros porque son libros.
El fascista destruye libros porque dicen cosas, teme las cosas que digan.
El fascista destruye libros por si acaso.

El fascista sabe la manera más eficiente de destruir libros:
coge un libro y lo tira al suelo y echa encima otro libro y
encima otro y hace un montón con ellos. Luego
prende fuego al montón.

Y cuando la hoguera llega a la altura del primer piso
salta y grita y dispara al aire y levanta el brazo derecho con la mano recta y saluda.
Después se va a celebrar la hazaña con sus compañeros de uniforme
hasta que todos caen borrachos.

O cuando la hoguera alcanza el cielo
se arrodilla y junta las manos y reza
y después se retira a su templo con sus compañeros de uniforme
y sigue conspirando.

O cuando la hoguera asfixia las escuelas y las bibliotecas
acude a su escaño y vota y se aplaude
y se reúne luego con sus compañeros de uniforme
para celebrar su mayoría.

Invaden las casas y las calles
y la gente se esconde y se aparta a su paso.
La gente sabe
que ya no quedan libros que quemar.
La gente sabe
que harán la siguiente hoguera con cadáveres
o con cuerpos vivos.
                   
                                 







Isabel Rivas Etxaniz




Educación de Justicia

Sombras en la puerta y las 12 en el reloj.
Bronco el sonido que aloja el viento,
golpes de espadas que cortan sueños:
transforman serenidad  en temblor.

            Los días dibujan  sin rumbo los relojes
            sin horas,
            sin tiempo.
            El propio delirio se levanta
            y sienta su corazón en el pupitre del futuro.
            
Los  montes y ríos cantados, los godos,
el dictado, la palabra  de brazos abiertos,
            y lo que sus infantiles ojos presenciaron,
            clarean  justicia  entre la tiza y el compás.
 
            Aquello también  lo supo en la escuela.

Una  lección perdida
un nombre  delatado, 
            una fabulación del viento.
            Una tropelía
que desvela  una y  mil  vidas arrancadas.

            Ríos y caminos cantados
                        teñidos de rojo,
            ocultan seres expoliados
            que algunos pensaron dejar sin voz.

            La palabra viva acallada
            y la puerta abierta,
            crean un canto obligado de justicia.

            También aquello  lo supo en la escuela.

                                         










Sagrario Lecumberri Seviné



No están solos

No es cierto que se queden solos.
Ni tampoco se esconden olvidados.
Ellos no lo sabían,
el juez sí.
Quisieron dejarlos solos
pero nos encuentran.
No hay sino levantar la frente
y leer
sus nombres,
sus vidas
y sus muertos.

Tuvieron que deshojarles la vida a destiempo,
convencidos de que la muerte los mataba.
Pero ya eran raíz, antes semilla;
ahora un bosque de luces y ellos sombra.

No se van a quedar solos,
sin justicia
porque no les dejamos.
Son palabra.
Y la palabra es ley.

                         










Juan Andrés Pastor



Cementerio de botellas

Arrodillados, junto al esqueleto de Juan,
su hija Mar y su nieto Xavier lo contemplan unos minutos en silencio.
Después se acercan, lo acarician y besan la noble calavera.
Tiene las piernas cruzadas y entre ellas, una botella rota.
Nunca estuvimos tan cerca, le dice Mar.
Ella, que también cruza las piernas así cuando duerme.

Xavier imagina al abuelo Juan atrapado,
hambriento, enfermo,
dolorido, sucio, cansado. Solo.
A sus 33 años, durmiendo sobre el suelo encharcado de la prisión,
muerto de frío.
Le contaron que murió
pero hoy sabe que no es cierto: que a su abuelo, lo mataron.
Xavier tiene una hija de la misma edad que su madre
cuando el abuelo Juan fue a anotarla en el registro.
Entonces, lo atraparon.

Sacan los restos del padre, del abuelo,
al que no conocieron, de la tierra acallada
de este silencio tan hondo que nos cubre hasta ahogarnos
de esta vergüenza que no puede esconderse tras tanto miedo.
Y colocan sus huesos en una caja
como si fueran de porcelana.
Por fin podrá salir del patio de la prisión.

                                                             










Itziar Ancín



Ese amargo botín

El día en que cortaron el pelo a Petra, estaba sola en casa.
Cuando fueron a por ellas, sus hijas habían salido al campo.
Y al volver, una sombra planeaba sobre su casa, vacía.
Espera en llamas y silencio que cortar con cuchillos.

Más tarde, apareció su madre, con el pelo rapado.
Dios mío, Dios mío, cómo han podido hacerme esto a mis años,
lloraba Petra.
A la hora en que los niños salían del colegio,
las llevaron en procesión, con pozales y escobas,
sus cuerpos, deformes, por aceite de ricino.
Detrás, la banda de música.
Y el vecindario, incitando a los niños al escarnio.

Así pasearon a más de 100 mujeres en el pueblo, en julio del 36.
Solo algunas habían repartido papeletas de izquierdas
o habían salido a la calle el 1º de mayo.
Eran casi todas viudas, madres, hermanas, novias e hijas de fusilados.
Primero raparon a las casadas, luego a las jóvenes, ese amargo botín.

A Juanita, con tan solo 17, le mataron a su hermano.
Mientras le cortaban el pelo,
lloraba, lloraba.
El alcalde de entonces, le dio una palmada en la espalda
y le dijo, riendo: No llores, Juanita, que esto no es nada
para lo que os vamos a hacer.
                                         











Itziar Ancín



Saca en Buñuel

La locura se ha adueñado del pueblo
y en las calles la sinrazón se palpa.
Se cruzan las miradas
y las víctimas no pueden dar crédito:
vecinos y verdugos.
Duele más la traición.
Las ventanas permanecen cerradas;
no quieren ser testigos del espanto.
Hasta las luciérnagas se apagan esta noche.
Sólo un camión que espera.
Se irá alejando sembrando el dolor
y habrá llantos detrás de esas persianas
mudas de vergüenza.
Lloran víctimas y vecinos
y aún hoy lloran verdugos y víctimas
Y aún hoy queda mucho por llorar.

                                              








Inma Biurrun.



La fosa

Nubes negras cabalgan el horizonte,
a su lado la muerte:
                         camisa azul,
                                    boina colorada.

Grazna el cuervo,
              suenan los fusiles:
                              olor a sangre,
                              suspiros, llantos y gemidos
                                                         que se lleva el viento.

Devorados por el vientre de una fosa
                se adivinan los rojos corazones
                de los rojos combatientes
                que duermen para siempre

                y aspira el aire lágrimas rojas
                                de dolor y sangre.

Años de silencio, temor,
                          desmemoria y crueldad . . .
                                             y pena:
                                                cielo oscuro,
                                         vieja tierra quemada.

                                                               










Daniel Otegui



Maravillas Lamberto en Ibiricu de Yerri

Entre el abrazo y el adiós,
                                            quedó la mano
 sola,
                   mojada el alma
y en la mañana
                                       un gesto de soledad
vacía.

Las hojas de un árbol
                  dibujaron  caricias
                                      y en el viento un suspiro
                   desconsolado
                                      y esquivo,
dejó sólo                      dos gotas de agua.

                                       Luego pasó un perro.

Los que le ladraron
                                        dormían en su casa
                                                                           con sus hijos.
Como ahora.

                                                                           Solo tuvo 14 años.

                                                                                           










Juan Andrés Pastor



El decapitado

Nadie mira, pero Todos ven.
Al alba una despedida.
Vil final
en un camino sin nombre.
Cabeza apenas unida al cuerpo,
rojo sobre verde,
pisar de botas lejano.
Nadie escucha, pero Todos oyen.
Un quejido de madre.
Mudo adiós
de aquella ausencia que llora.
En lo más recóndito del alma,
sombras sin luz,
interminable la espera.
Nadie habla, pero Todos saben
Todos ven, aunque Nadie mira.

                   










Arantxa Murugarren Arenillas



Matones y sus jefes

Una manada con las manos llenas de olas.
Con forma de crucifijos escupiendo fuego.

Con sus cuerpos bendecidos por los
bien nacidos.

Hasta los cánidos huyen;
siempre en cobarde formación.
Temen a los que piensan, sean jóvenes, viejos o el viento.
Quemando libros o tierra
a dejarlo todo yermo.

Se les escaparon la razón la rabia y las venas llenas
de sangre de los familiares.
Y de las lágrimas y sangre mezcladas;
surgieron nuevos libros. Nuevas canciones.

                                                     










Alfredo Domeño



En la muralla

Camadas negras fascistas
 con fusiles asesinos
       asaltaron la mañana,
 la sinrazón y las balas
       lanzaron cuerpos contra las murallas.
 
Alaridos de plomo
               abatieron sus vidas,
                           muchas cuando empezaban.
Mentes tenebrosas
       de oídos sordos
acompañan a la extraña
       dejando tras de sí,
todas las mañanas,
                 gritos roncos de gargantas amargas,
                       voces en blanco y negro,
                               lágrimas,
                  inertes cuerpos de ojos glaucos
                      y esperanzas cercenadas.
    Nos escondieron sus cuerpos,
    quisieron borrar sus trazas:
                               dolor, silencio y ausencia.
                     Dolor y daño infinitos,
                     ni borraron sus ideas,
                     ni mataron la esperanza.

                                                 










Daniel Otegui



La procesión del Corpus Christi

La primavera del 39 trajo consigo una trágica cuenta lunar
y el noveno domingo, después de aquel aciago abril,
se paseaban por las calles aquellos que tintaron la luna de rojo.
Aquellos que se visten de seda bajo las casullas
calzan zapatillas de terciopelo
hablan con voz de cirio
desnudan a las vírgenes
e invocan el cuerpo de cristo.
El cuerpo de cristo.
El cuerpo de cristo.
El cuerpo de cristo amortajado en sus paladares.
Junto a ellos, aquellos que se visten con guerreras militares
que nunca vieron la guerra de cerca
pero la llevan en sus vientres
hinchados de rabias y rojas venganzas.
Y, aún más, aquellos que señalaron
a cuántos hombres y mujeres quisieron
con sus dedos de falanges astilladas
para que recorrieran caminos de sepulturas
mientras ellos estrenaban despachos usurpados.
El cuerpo de cristo
El cuerpo de cristo
El cuerpo de cristo bajo palio
Tomad y comed, todos de él
que ya nos ocuparemos nosotros de comeros a vosotros
de descarnar vuestros cuerpos y vuestras mentes
de envilecer el aire que respiráis.
El cuerpo de cristo.
Tomad y comed
que si no os quedaréis en los huesos
Comed, comed
El cuerpo de cristo.

                       










Ventura Ruiz



Es una mujer

Es una mujer de cuerpo seco y de nostalgias
mujer de crucifijos
catecismo de tiza negra
y de cuarto de ratones
de niñas clavadas de rodillas
de fervor y de culpa
 (sapos y culebras me nacerán
si me masturbo de noche)
entre las sábanas de mis pecados
me pregunto
en qué parte de esta historia
encontraré a Dios.

                       







Isabel Hualde



Era el tiempo de ser niña

Era tiempo de ser niña y trepar árboles
de los rostros sin rostro
los huesos sin nombre
y el duelo y la sangre

era tiempo de ausencias
y el cuerpo de Cristo
y quebrarse la luz en el odio

era el cielo de un dios vengativo
de mi boca invisible
mordaza cosida
en alambre y silencios

y un hielo de frío
y espuelas de hielo en la noche

por el cuerpo de Cristo
y la sangre de Cristo
era el tiempo del dolor del día
(luto de seda negra y pañuelo rojo
en la memoria)

que la paz de Dios
                  descienda
sobre los pecados del mundo

era el tiempo de ser niña
y trepar árboles

decidme ahora
de qué color eran mis pecados.

                               







Isabel Hualde



Homenaje a Julia Álvarez

Aún hoy se oye un eco si pronuncio tu nombre.
Se sobrepone al miedo, más allá de la muerte.
Pusiste a tus palabras alas que sobrevuelan
límites y fronteras.
Buscaste la verdad en cada gesto,
justicia y libertad.
Fuiste fuego encendido, y brasa en el exilio.
Te cortaron las alas.

Hoy rescato tu nombre
en los versos del poeta chileno
y en ellos te recuerdo:
 
“Habrán cortado tus manos
habrán callado tu voz,
Pero yo sigo escuchando
Tu canto es revolución"


                               








Inma Biurrun



Deportados

¿Cuál es el recuerdo que me asalta
mientras otro día, otra hora, otro
deambula el alba sobre el cable
tenso de este desasosiego?

Siento el txistu y el olor de estos húmedos
bosques, el sonido de la txalaparta
reiterándose en mí; ritmo en los pies
que pintan tradiciones con su danza.

¿Cuál es el camino por el que ando
la tierra ajena a la que me arrojan?

Aquí el escombro de la esperanza,
míralo caer ante el infame silencio
de tu impunidad. Sólo temo que  la
indiferencia de estas montañas borre
la historia, los nombres y tan solo
sobreviva la nieve sin huellas.

Sigues amenazante delante
de la alambrada sin comprender
que los ideales son a prueba
de balas  y de fuego.

Dime, ¿cuál rincón de esta memoria
se quedó en el desván?

                           










Silvia Marambio-Catán



El rebaño

Atávica duda en la aurora a 15 metros del suelo
          se estanca el proceso
          se desperezan los gallos en los corrales
                                      indecisión bajo el cielo
y desasosiego a raudales
sobre el desvirgado manto de la tierra

              el cachicán
flanqueado por el sufrimiento de sus corderos
se asoma a la ventana dogmático
          filofascista, satisfecho
                                   y allí abajo
        en la plaza de la real santa maría
                  beben orujo y sospechan
sospechan y no dicen nada los pastores tonsurados
custodiados por los animales más perros

la  impaciencia remueve a la grey encerrada
      las pezuñas escarban
                                   el suelo
que llora el desuello manchado de sangre
de los turriones que se enzarzan en golpes de cuernos

es la hora de la exaltación aciaga
        del nacionalcatolicismo triunfal
        que encierra el pensamiento en las cárceles
                  la memoria en las tumbas
y que descorre cerrojos y cancillones en las majadas
para que salgan en tropel
                 a la vera de la cruz
los alocados cabritos
                              y los cabrones

procesionan las ovejas lachas en apócrifa creencia
      las churras y merinas, los petulantes carneros
                    muchos animales de cuadra
y delante de todos ellos
                      los más borregos

             y los perros
los perros vigilantes
     siempre los mismos perros y sus colmillos
                                     amenazantes
      a quien se desvía de la senda
se los clavan en los cadriles
                               para que vuelvan.

                                                 










Tomas Casado



Nazis en Pamplona

Fue el 7 de julio de 1940.
Aquel año San Fermín cayó en domingo
y ese mismo día hubo un montón en el encierro
a la entrada de la Plaza de Toros.
De madrugada había caído un sirimiri pertinaz
que mojaba con gusto a los pulidos Mercedes Benz aparcados
frente al Hotel La Perla: Los nazis estaban en Pamplona.
Dicen que el ayuntamiento obsequió a los alemanes
con vino de la tierra y que la soldadesca confraternizó con la población.
A eso del mediodía, uno de los generalazos se salió de la fila
y se fue a la calle a tomar el fresco.
Con un pitillo encendido, miraba la plaza y la arboleda.
Un limpia se ofreció para lustrarle las botas.
Al nazi le bajaron de la sede de la falange un sillón de fieltro
y el chavalico de la calle de La Mañueta,
cuyo hermano había sido asesinado en la guerra civil,
le limpió las botas al oficial hasta dejarlas brillantes,
como un racimo de moscateles.
Fue gracias a su saliva, a los escupitajos que mezcló con el betún
que pulió las botas del tipo de las esvásticas…

                                                               










Iosu Moracho Cortés



Pan de esclavo

“quisiera, quisiera, quisiera volverme hiedra
                 y subir … por las paredes
                         y entrar … en tu habitación
                                   por ver... el dormir que tienes.”  
  
                                                                   Jota Navarra 
                                                                           
  Líneas férreas, vías de tren que secuestran tu mirada de txirimiri hasta este pueblo medio. Vías milagrosas que comunican arterias tuyas y mías. Y quedar teñida de color, alumbrando el gris férreo, penetrando la música de los martillos los tendones, los poros, percutiendo la piel. Quedar teñida de color en tu mirada y atada al vocablo que arrojas sobre mi pecho: maitia.
  El futuro es un zorro que acecha sin palabras en la esclava condición: miedo de no aguantar y temor de sentir tu hermoso cuerpo obrero debilitarse.
  Camino acompasada al son de un acordeón imaginario en esta calle abocada a vivir encogida, su espalda encorvada por el desaliento, entre los muros del tiempo que declina.
  Huele el pueblo a hambruna y sangre, a pan negro de harina entristecida, negro de infelicidad, de ignonimia, uniforme, exilio, escopetas, régimen, dictadura del terror. Huele a pan que amaso para mi hombre y sus compañeros, para el que me engendre el hijo un día.
  Duele la casa invernada en Castejón sin el calor de su cuerpo, duelen las piernas frías sin medias, corriendo a su encuentro, frías de pena de no tenerle.
  Duele la piel a la intemperie, el miedo a los disparos, al cabello rasurado, al olvido de sus ojos y a que apaguen su luz a puñetazos de triste hambruna.
  Cuando me vence este espanto y le tengo frente a mí, eres la medicina que me llena de sosiego.  Cuando me susurra al oído el verbo que me cocina el pan. Riega de esperanza mi osamenta y mis tejidos renacen en su mirar.
  Comienzo a caminar inundada de color, como en el sueño. Y la vida ya no se construye de mentiras, es tan cierta como tú lo eres, cuando ella habla por tus manos recias y te toma la voz y tu voz ilumina como antorcha nuestro pueblo, alumbra mi plaza y las plazas del país que volverá a comer pan blanco.

                                                                                                           










Teresa Ramos



Esclavos en Vidangoz

Tierra.
Piedra, polvo.
Mano, pico, pala.
Brazo, sudor, herida, lágrima.
Mirada, pájaro, justicia, libertad.

Esta tierra
que piso con dolor
no es la culpable, no.

Ni tampoco
la piedra que golpeo
con la polvareda de mi rabia.

Mis manos sangran
con el beso de la madera
El pico rompe la razón
que pala recoge en trozos.

Ya no se
si es lágrima o sudor
la gota que resbala por el brazo
hacia la herida de mi alma.

El viento
abraza en el cielo
al pájaro libre y justo.
Mis ojos se van con él,
pero un día, volverán para quedarse.

                                         










Iñaki de Miguel
               


Herederos

Vosotros
nietos     de     sangre

que guardáis
tradición con tradición

la   leyenda   del    o d i o

vosotros
que sois

            negación
                  y
               burla

en un estatus cimentado
                de cunetas

vosotros            propagáis
el   dolor   del   olvido

infligiendo la duda
            con descaro

negáis la   v e r d a d
como negaron la   j u s t i c i a

e impedís la despedida necesaria
de los         huesos

vosotros
nietos         de verdugos orgullosos

nunca os haremos
            responsables de sus actos

pero si culpables        de los vuestros

                                                   









Mikel Sanz




Veinticinco años de paz

Marchan con paso firme
siguiendo las huellas
de un camino incierto.
                                                             
Brillo en la mirada,
silencios que lo dicen todo.
Veinticinco años se cumplen
de una PAZ encubierta
que decora las ciudades
y ve partir a su gente.

Atrás, una vida:
momentos
que se han quedado
al fondo de la memoria.

Adelante, un mundo:
anhelos
que se han dormido
al son de una cantinela.

Qué lejos queda el presente
cuando el futuro está tan cerca.

Qué próximo se ve el pasado
cuando apremia la distancia.

             










Arantxa Murugarren Arenillas.



La mesa

Los miro y tiemblo ¡son tantos!
Todos comiendo del mismo pan.
Una herida remueve mi piel invertida
Y provoca el vaivén
                                   del olvido y la certeza.

En sus platos llenos, el hambre de muchos.
Bajo sus cejas espesas como arbustos,
se alzan miradas
                                  de aullidos sombríos.

Basta una  teja sagrada
sobre mil cabezas pensantes
y bordones gualda bajo cúpulas elevadas.
De azul, pardo y negro respira el incensario,
bendice la mesa
                                  y expande su perfume.

Disparos certeros de amanecida
dejaron alimento a las aves carroñeras
y se alzaron
                                 queriendo ser águilas.

Mausoleo emblemático de oro y mármol
no sientes, no escuchas,
solo escrutas a los seres enclaustrados.
En tus paredes sangre derramada,
                                 vertiéndose.

Largos dedos de manos blancas,
manos que señalan, que empuñan;
manos a golpe de pecho.
Manos palabra,
                                 palabras manchadas.

Participáis  de esa gran mesa,
sentados a la muerte de la luz,
enloquecidos, cuya lucidez espanta,
cantando al sol
                                 en su trascurrir.

Los miro y tiemblo ¡son tantos!
Todos comiendo del mismo pan.
                                                                    Imposible el olvido.

                                                                           










Sagrario Lecumberri Seviné



Premonitorio

    Ha llegado el invierno a nuestras vidas
                con toda su crudeza
ha metido la lengua por debajo de la puerta
y escoriado los rincones de unas vísceras
                que ya nadie habita.

    El silencio golpea los cristales desde dentro.
La renuncia se hace indispensable
cuando el hielo abraza los recuerdos
                y niega
la vítrea exposición de los que mueren.

    Habituados a soportar las inclemencias
rezongan las bestias bajo palio
como si quisieran despojarse de los miedos 
               y humanizar
sus instintos animales.

    Por los antiguos caminos del declive
           junto a los huesos endiosados
               y la carne yerta
obran en alocada cobardía los pronombres
que accionan los resortes destructivos
      y nos regalan otro invierno
               difícilmente soportable.

                                   










Tomás Casado



Las voces salen de la tierra

Quién soy. No sé. No lo recuerdo.
He perdido la razón. La he perdido.
En el corazón tengo un muerto.
Me habla con cien voces diferentes.
Cavo las fosas con las uñas.
Mi muerto se llama Juan, Roberto o Federico.
Las voces salen de la tierra.
Mi muerta tiene un agujero en la frente.
El hueco está lleno de cenizas
como mi corazón. Arde de pena.

He olvidado el nombre de mi muerta.
Quizás se llame Felisa o Maravillas.
Llega de noche, se mete en mi cama
y me susurra al oído madre la quiero.
Mi muerta escribe con estilográfica.
Es maestra. Habla muy bien y está triste.
Se llama Margarita y mi muerto Gabriel.
Mis muertos tienen los dedos negros.
De noche, escapan de las sombras
y me abrazan. Son cien, mil, más todavía.

No recuerdo quiénes son. Lloran
con las entrañas reventadas y pasan frío.
Los asesinan en la oscuridad, a escondidas.
El muerto del corazón me llama tía,
abuela, hermana. La muerta me mira.
No sé quién soy. He perdido la razón.
Dicen que hay criminales en las cátedras
y en los púlpitos. Maldicen la vida. Dios.
Codician siembras, espadas y medallas.
Mis muertos hablan con voz de musgo.

No sé quién soy. Todas las madrugadas
escucho las voces de la tierra.
Llaman a misa las campanas. Huele
a pan cocido. Los pájaros alborotan.
Las muertas y los muertos repiten
madre cuánto la quiero, madre no la olvido.
Crecen el trigo, la cebada, la cizaña, los dolores.
A mi hija la enterraron en una cuneta.
Murió tuberculoso en el penal mi hijo.
He perdido la razón. Mi corazón arde de pena.

Llega la noche. Estoy viva. Con ellos y ellas.
Mis muertos contienen las lágrimas.
Evitan que perciba su tristeza. No duermen.
Se acurrucan en las madrigueras, muy juntos
para darse un poco de calor y compartir recuerdos.
En las sombras se alimentan de humo.
Se protegen con la hojarasca de los días.
Saben mi nombre y al oído me susurran
madre madre madre. Yo los acojo en mi regazo
y los acuno y los mimo y los lloro y me lloro.

                                                         










Marina Aoiz



Homenaje y adelante:
El altar de la memoria y el encuentro
Sartaguda

Aquella tarde, los niños jugaban al escondite
entre las piernas de hierro y cemento
de aquellos tres mocetes que fusilaron en los fosos de la ciudadela.
Dicen que murieron juntos, sin saber por qué los mataban.
Un pequeño preguntó qué era eso y por qué lloraba la gente.
Eso, le dijo su madre, es un monumento a la memoria de tu abuelo
y de todos lo que fueron asesinados en Navarra
en tiempos de la guerra.
En ese muro están escritos todos sus nombres
y esa escultura llena de agujeros representa las balas con que les mataron.
Y el niño siguió jugando, quizás porque no tuvo un abuelo
que le contara historias, quizás porque jugaba para tenerlo…
Ulibarrena trenzó las figuras en un abrazo de piedra,
por el fondo se escapa el cielo
y el viento silba por todas partes.
Cuando los árboles del parque crezcan esto se llenará de pájaros
que canten lo que los muertos no cantaron.

                                                               










Iosu Moracho Cortés



Felipe VI

Rey le llaman
y le ponen un número
y un uniforme con su gorra y su espada de hojalata
y medallas que le cubren el pecho
y que nadie sabe en qué guerra las ganó.
Pero no importa
Es tan guapo…
Es alto, esbelto, sonriente
Y, sobre todo, tiene los ojos azules
Trae de serie un apellido rimbombante
vinculado a otra época de similar torpeza
y es hijo de quien un dictador coronó rey.
Rey le llaman.
Es tan guapo…
Sólo mirándole nos damos cuenta
de que nació para ser rey
porque está preparado para serlo
y porque así estaba dicho
por su padre
por su madre
por quien dictó su futuro
desde el hedor de su boca de guillotina
y lo rubricó con sus dedos de condena y latrocinio
Rey le llaman
Y muchas otras cosas que nunca querría saber.

                                                       










Ventura Ruiz











                                         




 















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